Pido la paz y la palabra
Blas de Otero
Invade las puertas de la vida,
rompre la inocencia de la noche.
Hace de la ignorancia un credo
y a quemarropa mata a enemigos invisibles.
En el taller de Goya ya no hay tapices,
ni cuadros de corte, ni amantes.
Todo es negro y fuerte,
sucio y sordo como la barbarie.
Hay dolor en España.
un dolor incapaz y rabioso.
Un dolor de cuchillo y bayoneta
de profanaciones y de sangre.
Declara el pintor sus horrores
ante las bastardas luchas de los hombres.
No encuentra la quietud porque ya sabe
que no por haber vencido se ha ganado.
La tragedia afrenta a la conciencia
en escaramuzas analfabetas.
Los campos yermos hacen
del hambre su aliada sediciosa.
Desnudos de juicio,
los instintos se apoderan de la venganza.
La realidad produce monstruos
que no son sueños de razón.
El pintor los graba en aguafuertes
con la esperanza de construir otra España.
Para que no puedan olvidar
los hombres todos.
El Rey deseado, el Séptimo de los Borbones,
castiga y olvida con vehemencia.
La soberbia lo inviste
de un corazón de piedra.
Habrá más guerras.
Y con sus delirios, solo y desahuciado
va el pintor a morir en otra tierra
a conquistar la cima de otra aurora.